¿Quién te obliga a hacerlo?

Seguramente, si practica deportes en cualquier momento del día, en cualquier condición climática, es posible que se haya escuchado a usted mismo haciendo esta pregunta.

Son las 7 de la mañana, la alarma acaba de sonar. Me giro en la cama, un rayo de sol se filtra por la ventana y se asoma por encima de mi almohada. Abro los ojos, miro hacia afuera y veo el lago que, al enfocarme en el brillo del sol, me despierta. No te quedes en la cama, creo, porque entonces te arrepientes. La cabeza cuando rueda sobre la almohada, me impulsa a salir de las mantas y me “obliga” a levantarme. Me puse mis shorts y mi suéter preparado la noche antes de irme a la cama.

Me miro en el espejo con ojos adormecidos y me tiro agua fría en la cara para despertarme. Bajé a la cocina, bebí, me puse zapatos, música y me fui. 7-8km, media hora de viaje, no más. Es de madrugada y estoy ayunando. Me basta con despertar el cuerpo y darle esa cantidad de endorfinas antes de ir a trabajar.

Me encanta el momento de la carrera porque me concentro en la respiración, el movimiento de mis brazos y la alternancia de pasos. Aunque nunca he practicado yoga, creo que lo que siento es sobre los mismos efectos. Una especie de paz conmigo misma y con el mundo.

Correr es un gesto atlético que me hace sentir bien.

¿Quién te obliga a hacerlo … pero quién no te obliga a hacerlo?

Comencé a acercarme a la carrera hace unos años, a pesar de que ya me encantaba cuando era niño.

Por la noche soñaba con correr. Como soñaba con andar en bicicleta.

Correr y andar en bicicleta siempre han sido mi juego favorito. Yo sigo siendo Porque cuando pedaleo o corro me siento muy bien y si durante el esfuerzo lucho, las sensaciones a posteriori son de felicidad. Una verdadera fiesta de endorfinas.

Los dolores, el estrés, los malos pensamientos … esos entonces, todos se anulan entre sí.

Es un sacrificio que a veces haces para ti, pero también para los demás. Si está bien, evite eliminar las tonterías que implica la vida cotidiana.

Piense en cuántas personas configuran el reloj de alarma como yo para practicar deportes antes de ir a la oficina. ¿Quién lo obliga a hacerlo? Estrés, aburrimiento, vida cotidiana … pero también alegría, una meta, una meta. Como la de Venecia que después de 42 km a pie me recibió abrazándome. Cuando las piernas, congeladas por el agua y el viento, me llevaron allí, había gente alrededor que aplaudía y aplaudía. Estaba rodeado de mucha gente, destruida pero feliz. Cansados, fríos, y aún así tenían la fuerza y ??el coraje para sonreír y abrazar a todos.

¿Quién lo obliga a hacerlo? La felicidad Y sonreí con ellos.

Todos nos sentimos como héroes cuando llegamos al final de una carrera. A pie o en bicicleta.

Descargas de pensamientos, pero llenas de esa motivación que nos trajo a ellos.

No importa el número de kilómetros recorridos, la puntuación en la clasificación. Lo importante es el objetivo que te propusiste y que obtuviste gracias a esos sacrificios, a los que se despiertan temprano, a los que se entrenan en el frío, al calor o simplemente despiertos con el estómago vacío. ¿Pero qué tan bueno es saltar a la ducha, sentir el agua fría o caliente, frotar la crema y volver a salir? Siéntese en la mesa y disfrute de nuestro desayuno favorito después de un entrenamiento de ayuno.

Me parece que el deporte es una especie de “resolución de problemas”.

Con la carrera agotada los pensamientos, km tras km, junto con el sudor, van a morir en el asfalto. Los enfrento con el ciclismo. El resultado es siempre el mismo: cuando termine, definitivamente soy mejor. Hago las paces con el mundo. Incluso la persona más desagradable encontrada en el lugar de trabajo me molesta menos.

Así que no tengas miedo de sacrificar un momento de tu día para dedicarlo a la actividad física. Intenta y te infectas.

Ya no se preguntará quién nos obliga a hacerlo, sino que pensará lo que no hizo, mientras disfrutará y se sentirá dependiente de este sentimiento de felicidad sana y contagiosa.

 

Francesca Giani