El viaje que cambió mi vida.

Cuando era niño, recuerdo que mi padre tenía tablas de windsurf en el jardín de casa. Lo miré con cierta admiración saltando sobre sus tablas y cabalgando sobre las olas. Tenía como ocho años cuando comencé a fingir surfear las olas como él, fingiendo ser un verdadero deportista.

Entonces, un día, mi padre me acompañó a la playa junto con una de sus tablas de surf. Me animó a meterme en el agua y surfear una ola. Tuve éxito en el primer intento.

Desde ese momento, mi mayor deseo siempre fue volver a la playa y surfear con lo que estuviera disponible. Hoy sigo yendo a la playa, incluso solo. El surf ha acompañado todos los momentos más felices de mi vida.

Aventuras, historias de amor, viajes improvisados, miedos, problemas, alegrías, emoción, paz y pasión. No puedo vivir sin surfear. No puedo vivir sin el mar. Todo lo que necesito está en el agua, me siento tranquilo cuando estoy cerca del mar, me siento inquieto cuando estoy lejos. Es como tener una obsesión con el agua. Una relación muy celosa. No puedo estar sin mar y estoy celoso si alguien lo disfruta y yo no puedo hacerlo.

Además del surf, mi otra gran pasión es el ciclismo, tanto que decidí hacer un viaje solo: pedalear y surfear en Nueva Zelanda: 9,000 km en 10 meses. Un video para Youtube todos los lunes. Una foto todos los días.

No fue fácil, también porque en ese momento tenía un trabajo y una niña en mente. Sabía que las cosas podrían haber salido mal, pero mi profunda pasión me empujó a seguir adelante.

El viaje a Nueva Zelanda sirvió para redescubrirme. Una experiencia increíblemente intensa. La forma en que conocía a la gente, la forma en que me enfrentaba a la soledad, la forma en que lloraba solo por la mañana al despertar, la forma en que sufría, la forma en que pedaleaba en las calles vacías y desiertas. Asustado, feliz, solo y en paz conmigo mismo.

El ciclismo y el surf me han llevado a descubrir la otra parte del mundo. Pero también me ayudaron a volver a la vida normal. No fue fácil después de casi un año. A partir de ese momento, el único objetivo era llegar al siguiente destino. Buscando olas, continuar pedaleando.

Al final puedo decir que este viaje y esta experiencia me forjaron por dentro. Han dado forma a lo que son ahora.