Luca Facchinetti, adios al triatlón

No es fácil expresar las emociones tan locas que me causó el triatlón, un deporte que me ha dado tanto, a la vez que me ha cuestionado mucho.
Creo que esa es la belleza del triatlón. Nada llega por casualidad, cada resultado biene dado por los meses, incluso años de trabajo, de sacrificios, de sudor. Y es justo por eso que, cuando alcanzas tu objetivo, la satisfacción es tan grande porque es el fruto de un intenso viaje que no sólo te hace crecer como atleta sino también como hombre. Realmente es una escuela de vida y me siento agradecido y honrado por la oportunidad que tuve de poder hacer este viaje extraordinario.
El triatlón no son solo horas de entrenamiento. Ahora que estoy sentado frente a un escritorio y no en la silla de montar, cuando pienso en el pasado, mi mente no recuerda la fatiga, el dolor, los días en que estaba hecho pedazos, me vienen a la cabeza recuerdos hermosos que compartí con mis compañeros de entrenamiento, con mi familia, mis entrenadores y también con mi esposa, con quienes tuve la gran fortuna de compartir este deporte. El triatlón te permite conocer realmente a tantas personas fantásticas, interactuar con un entorno que está un poco fuera de la realidad del mundo moderno y, sobre todo, te permite viajar, ver mundo, aprender. Ahora mismo me encuentro en mis 31 años, sin saber cómo hacer ningún tipo de trabajo, pero tengo una experiencia y una gran cantidad de información, de habilidades, que estoy convencido de que realmente me pueden llevar a donde quiera que vaya.
Esto da el deporte, esto me dio el triatlón, y por nada del mundo me arrepentiré incluso ni un momento de esta loca historia que acabo de terminar de escribir y que podré contar con gran orgullo y gratitud.
Quiero agradecer en especial a las personas que me acompañaron en este viaje; al Triatlón, mi desafío más grande y emocionante; a la Vida que me está enseñando ahora, y que no ha terminado, por el contrario, está comenzando una nueva e igualmente estimulante; y en definitiva agradecer a Mí mismo por haberlo intentado con todas mis fuerzas, hasta el final, viviendo mi gran sueño todos los días.